Ellos
aún no lo sabían pero su pequeño y cuidado paraíso empezó a derrumbarse el día
en que se produjo aquel terremoto, apenas perceptible, que abrió una
insignificante fisura y lo fragmentó en dos. Cada uno permaneció a un lado, enfrentados,
a la vez tan cerca y tan lejos.
Al
principio transitaban de un lado a otro sin ningún esfuerzo, como si no
existiera, sin embargo a medida que por ella se filtraban sueños e ilusiones,
la grieta se hacía cada vez más visible.
A
veces tendían pasarelas entre una y otra orilla que cruzaban con cierta
facilidad, lo que daba una sensación de naturalidad a sus vidas.
Nuevas
sacudidas, arrastraron dentro de la grieta, la complicidad, la confianza… aumentando
la distancia entre ellos. Cada vez era más difícil superarla, aunque con tesón,
esporádicamente, uno lograba cruzar al lado del otro.
El
cansancio, la monotonía, el egoísmo… la fueron convirtiendo en un profundo abismo
que engulló el deseo, las palabras…Tender puentes se convirtió en una tarea tan
titánica que cuando uno o ambos lo intentaban, desistían derrotados por dificultades
insalvables y el intento fracasaba.
Cuando
La Grieta engulló el respeto, todo el afecto y el amor que un día sintieron desapareció.
Al unísono se dieron la espada y cada uno por su lado, ignorándose, fueron al
encuentro de una nueva felicidad.
Noviembre 2015
Ilustración : Paula Castrodeza Carretero