Soy
legionario del Tercio Juan de Austria 3º. No digo que soy “ex” porque ser
legionario es una forma de vida y no sólo el paso fortuito por una compañía
militar.
Nací en un
cuartel de la Guardia Civil. Mi padre pertenecía al Cuerpo porque no lo
admitieron en la Legión, aunque era tal su adoración por ella que su única
tarea en las numerosas mudanzas que hicimos de una casa-cuartel a otra, era la de
empaquetar las biografías que tenía sobre su fundador.
Su admiración
por él era tal que me puso su nombre, José, y de pequeño me llamaba Pepito,
como al general cuando era niño. En lugar de cuentos me contaba una y otra vez
su vida.
Con estos
mimbres yo no podía ser otra cosa, me contagió su pasión por ese hombre al que
yo toda mi vida me he esforzado en imitar.
A través de
esos relatos me enteré que el padre de Millán-Astray, que se llamaba también
José, fue abogado y funcionario del Ministerio de Gracia y Justicia, llegó a
ser director de varias cárceles como la del penal de Valencia y la Modelo de
Madrid. Tenía aficiones literarias que heredó su hija Pilar que además de ser autora
de numerosas novelas y sainetes, fue espía de los alemanes durante la Primera
Guerra Mundial y por si fuera poco la metieron en la carcel por apoyar la
sublevación militar del 36, experiencia que por cierto, contó en un libro
llamado Cautivas.32 meses en las
prisiones rojas.
Nunca me
habló de su destitución. Esto ocurrió al verse implicado en el famoso Crimen de Fuencarral, al descubrirse que
dejaba salir de “permiso” a los presos a cambio de unos cuantos duros.
Yo notaba la
envidia de mi padre. Nunca pasó de brigada en todos sus años en la Benemérita,
nunca estuvo bajo su mando un solo cuartel, pero siempre fue un hombre honrado
del que heredé entre otras cosas, su insistencia por la limpieza del uniforme,
el suyo y el de sus hombres. La misma obsesión que tuvo Millán-Astray toda su
vida.
Por las historias
de mi padre conocí sus hazañas en la guerra de Filipinas. Allí estuvo con sólo16
años, de cadete y fue tres veces condecorado. Yo tuve que esperar a tener 18
años para alistarme en la Legión como voluntario.
Otras veces,
me contaba su intervención en la Guerra de Marruecos y que tras ver combatir y
caer a jóvenes sin experiencia y con escasa preparación militar, concibió la
idea de crear una Unidad de extranjeros. Se fue a Francia para conocer cómo
funcionaba en esa nación la Legión Extranjera y decidió fundarla en España,
permitiendo la entrada de marroquíes en ella. Decía que “un extranjero vale por
dos soldados españoles, ya que se dispone de un soldado y se ahorra un español”.
También me
hablaba de sus numerosas heridas de guerra, todas recibidas durante la guerra
de Marruecos. En cinco años, de 1921 a 1926, fue herido con graves
consecuencias cuatros veces, la primera en el pecho durante la toma de las Tetas de Nador,
esos montes que yo conocería muchos años después, a continuación fue la pierna, más tarde el
hombro izquierdo que se gangrena y tienen que amputarle el brazo y por último pierde el
ojo derecho y tiene desgarros en el maxilar y la mejilla izquierda…
Yo intenté
ser un héroe de guerra como él y quise combatir por todos los medios, por lo que
me ofrecí como voluntario para ir a la
guerra de los Balcanes y después Irak y Afganistán. Ya eran otros tiempos. Fui
en misión de paz y aunque era temerario, no sufrí ni el menor rasguño.
Entre risas
me relataba que su mujer, Elvirita, hija del General Gutiérrez Cámara, le
confesó en la noche de bodas, que había hecho juramento de castidad para toda
la vida. Siempre tuvieron una “relación fraternal”, ella le cuidó y veneró
siempre.
Por su parte,
don José que tenía mucha fe en su atractivo sexual, se jactaba de haber besado
a todas las mujeres que había conocido, a nueve monjas de clausura y tres
abadesas…incluida Celia Gámez, que fue su protegida y amante y de la que sería
padrino de boda.
En este tema
mi vida se alejó totalmente de la de mi general. Yo que era el más macho, el
que gritaba más fuerte ¡Viva la muerte!, recitaba
con más fervor El Credo del Legionario
o cantaba con más gallardía Soy el novio
de la muerte, haciendo guardia en una garita en la línea de Melilla, bajo
los efectos de un buen “canuto”, descubrí que me había enamorado de Halim, un
cabo de mi tercio.
Como mi mente
no podía aceptar la atracción que mi cuerpo sentía por él, empecé a cortejar a
Yocabel, una dominicana que se había alistado a principio de los 90, cuando
permitieron que hubiera damas legionarias.
Me casé con
ella y aunque yo no había hecho voto de castidad no pude hacerla mía, ni esa noche,
ni las siguientes.
Esta fue otra
de las razones que me llevaron como voluntario a la guerra de los Balcanes,
seguido por mi fiel Halim.
Mientras él
me seguía de destino en destino, mi mujer se tiraba a todo el tercio y para
castigarme se negaba a concederme el divorcio.
Nuestra
situación era insostenible. Halim y yo pedimos la baja voluntaria y aquí si
imité a mi querido don José Millán-Astray, que tras conocer a Rita Gasset y
negarle el Caudillo que pidiera la anulación de su matrimonio, se fue con ella
a vivir a Lisboa. Aquí nos hemos establecido nosotros también. Regentamos un
bar para gais y lesbianas que nos permite vivir muy bien.
Hemos
comprado un hermoso chalet a las afueras de la ciudad, mirando al Tajo, que
cuida nuestra mastín leonesa a la que llamamos Peregrina, en honor a la hija de
don José y somos felices.
Se me
olvidaba deciros, que como él, siento más que miedo, pánico, a los dentistas, a
los que acudo sólo en caso de extrema necesidad, aunque Halim siempre se ha
negado a cantarme el Himno de la Legión mientras el odontólogo me interviene.
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