Solo escribí tres palabras: “Que te den”, en la parte
trasera de una factura.
Pegué la nota en el frigorífico –el primer lugar al que
se dirige nada más llegar a casa, antes de sentarse a tomar la cerveza que ha
sacado de él-, dejé las llaves en el armario de la entrada, cogí la maleta y
salí de casa.
Le dejé todo, bueno, todo lo que quedaba después del
embargo por la quiebra de su último “negocio”…
Atrás quedan sus aires de grandeza. Dinero, money, pasta,
boleto, cuartos, plata, parné,
guita…siempre en sus labios estas palabras, como que le sobraba, cuando
lo único que hacía era pedir, pedirme a mí, a su familia, a los bancos…, y yo a
su lado, como una sombra que sólo servía para satisfacer sus necesidades.
Se acabó, ayer saqué el poco dinero que tenía en una
libreta que abrió la abuela a mi nombre cuando era niña y que él ignoraba que
existía. Busqué un vuelo barato, seleccioné la ropa que iba a llevarme y aquí
estoy, encajonada en el asiento de un vuelo low
cost rumbo a Cancún, al MAR…
![](file:///C:/Users/julia/AppData/Local/Temp/msohtmlclip1/01/clip_image002.png)
Y aquí estoy, en busca de un mar más sereno, cálido y con
más vida que el de las costas de mi país, voy en busca de esa felicidad que
siempre ha estado en el otro lado de mi
orilla, tengo que intentarlo, nadar hasta ella.
Nada más aterrizar, me fui en su busca y lo encontré
rodeado de hoteles, grandes, lujosos, feos. No era lo que deseaba. Preguntando
me dijeron que mi destino era la Isla de Cozumel “Tierra de las golondrinas”
para los mayas.
Un autobús y un ferry dejaron muy menguadas mis reservas
aunque nada más llegar supe que había encontrado mi orilla, esta isla que dio
cobijo a los piratas me acogería a mí también. Sus aguas turquesas, sus bellos
arrecifes, el sonido de sus olas, su olor…, todo me envolvía.
Encontré trabajo de camarera, en el turno de noche, aquí
a las seis de la tarde el sol ya se ha ocultado, tras unos atardeceres
inigualables, el sueldo me daba para vivir y a cambio podía disfrutar del MAR
todos los días.
Han pasado varios años, he recorrido nadando toda la
isla, cuando en el este había más olas me dirigía al oeste. En los meses de
septiembre y octubre, época de huracanes, me he sumergido en los Cenotes y sus
túneles, que hacen de esta isla un inmenso queso gruyere.
Cada día voy un poco más lejos, me dejo mecer por las
olas o hago cabriolas sobre ellas, buceo con más soltura, con menos cansancio
entre corales, actinias, gorgonias, esponjas, peces ángeles, mariposas, globos,
cirujanos, meros, serranos, morenas…alrededor de la barrera de coral que forma
parte del Gran Arrecife.
Otros navego con grandes mantas, tiburones gata o
tortugas de carey, he descubierto que si a éstas no les haces caso, son ellas
las que se acercan a ti.
Estoy preocupada, cada día estoy más delgada y tengo una
sensación extraña en las manos y en los pies cuando salgo del agua, por contra,
controlo cada vez más la respiración, puedo permanecer mucho tiempo bajo el
agua, necesito menos aire.
Aquí soy feliz.
Hoy he despertado al rayar el alba, estoy inquieta. Me
pongo el bañador, me cazo las chanclas y me envuelvo en un pareo como todos los
días.
Ya en la playa me doy cuenta de que no he cogido las
gafas de snorkel, no regreso a recogerlas, ya casi no las necesito.
He llegado al arrecife casi sin darme cuenta, siguiendo a
una tortuga. Desde su agujero la morena ha presentido mi llegada y asoma su
fiera cabeza, sus puntiagudos dientes, alargo la mano para acariciarla, no
tengo miedo. Entonces las veo, unas membranas han unido mis dedos y también los
de mis pies.
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