lunes, 20 de abril de 2015

ONDINA


Solo escribí tres palabras: “Que te den”, en la parte trasera de una factura.

Pegué la nota en el frigorífico –el primer lugar al que se dirige nada más llegar a casa, antes de sentarse a tomar la cerveza que ha sacado de él-, dejé las llaves en el armario de la entrada, cogí la maleta y salí de casa.

Le dejé todo, bueno, todo lo que quedaba después del embargo por la quiebra de su último “negocio”…

Atrás quedan sus aires de grandeza. Dinero, money, pasta, boleto, cuartos, plata, parné,  guita…siempre en sus labios estas palabras, como que le sobraba, cuando lo único que hacía era pedir, pedirme a mí, a su familia, a los bancos…, y yo a su lado, como una sombra que sólo servía para satisfacer sus necesidades.

Se acabó, ayer saqué el poco dinero que tenía en una libreta que abrió la abuela a mi nombre cuando era niña y que él ignoraba que existía. Busqué un vuelo barato, seleccioné la ropa que iba a llevarme y aquí estoy, encajonada en el asiento de un vuelo low cost rumbo a Cancún, al MAR…
                                       
Desde pequeña me gustó el agua, encallada y amoratada me sacaba mi madre del rio; de adolescente retaba a los chicos a cruzarlo más rápido que ellos; cuando descubrí el MAR, esa extensión de agua increíble, quedé fascinada por esa bestia gigante cuya luz y color cambiaban continuamente y supe que algún día me quedaría en él.

Y aquí estoy, en busca de un mar más sereno, cálido y con más vida que el de las costas de mi país, voy en busca de esa felicidad que siempre  ha estado en el otro lado de mi orilla, tengo que intentarlo, nadar hasta ella. 

Nada más aterrizar, me fui en su busca y lo encontré rodeado de hoteles, grandes, lujosos, feos. No era lo que deseaba. Preguntando me dijeron que mi destino era la Isla de Cozumel “Tierra de las golondrinas” para los mayas.

Un autobús y un ferry dejaron muy menguadas mis reservas aunque nada más llegar supe que había encontrado mi orilla, esta isla que dio cobijo a los piratas me acogería a mí también. Sus aguas turquesas, sus bellos arrecifes, el sonido de sus olas, su olor…, todo me envolvía.

Encontré trabajo de camarera, en el turno de noche, aquí a las seis de la tarde el sol ya se ha ocultado, tras unos atardeceres inigualables, el sueldo me daba para vivir y a cambio podía disfrutar del MAR todos los días.

Han pasado varios años, he recorrido nadando toda la isla, cuando en el este había más olas me dirigía al oeste. En los meses de septiembre y octubre, época de huracanes, me he sumergido en los Cenotes y sus túneles, que hacen de esta isla un inmenso queso gruyere.

Cada día voy un poco más lejos, me dejo mecer por las olas o hago cabriolas sobre ellas, buceo con más soltura, con menos cansancio entre corales, actinias, gorgonias, esponjas, peces ángeles, mariposas, globos, cirujanos, meros, serranos, morenas…alrededor de la barrera de coral que forma parte del Gran Arrecife.

Otros navego con grandes mantas, tiburones gata o tortugas de carey, he descubierto que si a éstas no les haces caso, son ellas las que se acercan a ti.

Estoy preocupada, cada día estoy más delgada y tengo una sensación extraña en las manos y en los pies cuando salgo del agua, por contra, controlo cada vez más la respiración, puedo permanecer mucho tiempo bajo el agua, necesito menos aire.

Aquí soy feliz.
                           


Hoy he despertado al rayar el alba, estoy inquieta. Me pongo el bañador, me cazo las chanclas y me envuelvo en un pareo como todos los días.

Ya en la playa me doy cuenta de que no he cogido las gafas de snorkel, no regreso a recogerlas, ya casi no las necesito.

He llegado al arrecife casi sin darme cuenta, siguiendo a una tortuga. Desde su agujero la morena ha presentido mi llegada y asoma su fiera cabeza, sus puntiagudos dientes, alargo la mano para acariciarla, no tengo miedo. Entonces las veo, unas membranas han unido mis dedos y también los de mis pies.

Salto la barrera de coral y nadando, nadando, me dirijo hacia el país de las sirenas, mis primas hermanas. No necesito buscar más.
 

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