No sé dónde estoy…
Lo último que recuerdo es
que conducía mi coche camino del trabajo como todos los días, ni deprisa ni
despacio, a la velocidad del límite permitido, me gusta llegar cinco minutos
antes de que empiece mi jornada.
La mañana era espléndida y
bajé la ventanilla, el aire alborotó mi melena y decidí cerrarla mientras me
miraba en el espejo retrovisor. Después luces, solo luces de muchos colores y
luego oscuridad.
La oscuridad que ahora
“veo”. ¿Dónde estoy? Tendida sobre algo duro y estrecho, no es una cama, es muy
incómodo.
Aunque no puedo abrir los
ojos percibo una fuerte luz encima de mí. Intento doblar las piernas, mover las
manos. No puedo. Solo oigo el silencio, el silencio me rodea. ¿Dónde estoy?, me
pregunto una y otra vez…
Oigo unas voces a lo lejos,
no entiendo lo que dicen, se van acercando. Una voz masculina, melodiosa y
joven pregunta:
—¿Ya le ha hecho efecto la
anestesia a…mmm… Pilar?
¿Pilar? ¿Quién es Pilar?
¡Soy Clara! ¡Me llamo Clara Montero! Digo gritando de miedo.
De mi garganta no ha salido
ni un solo sonido. ¿Será verdad que me han anestesiado?
Otra voz, esta vez más
grave, más bronca que la anterior, avisa que van a rasurarme. ¿Qué tienen que
rasurarme? No puedo mover ni un sólo músculo… Siento la maquinilla afeitándome
la parte derecha de la cabeza. ¡Noo…! mi pelo no…mi cabeza parecerá una bola de
billar o la de un skinhead.
¡Mi hermoso pelo…! Quiero llorar, ni las lágrimas brotan.
Oigo música. Ese acordeón,
ese ritmo, esa melodía… ¡la reconozco!
Es A Men’s Scene del Club des Belugas. La misma que escuchaba yo en el
coche antes de… ¿de qué?, no me acuerdo, no sé cómo he llegado hasta aquí.
— ¿Otra vez esta canción,
doctor?— pregunta una voz femenina muy cerca de mí.
—Has operado tantas veces
conmigo que ya deberías saber que cuando me toca uno en el lóbulo temporal tan
malo como éste, me relaja, te lo diré una y mil veces: reduce mi ansiedad; serena
mis manos y centra mi mente y me quita todo el estrés— añade la voz masculina y joven de antes, con una cierta rotundidad
y un poco irritado.
—Además si pusiera 'Stayin’ Alive', de los Bee Gees, no
podríais resistir la tentación de bailar
como John Travolta y eso no— añade el doctor, ahora en un tono más jocoso.
—No quiero ser pejiguero,
pero ya sabes que tu música no me permite escuchar claramente las posibles alarmas. Dice otra voz desconocida.
—A ti te pasa lo que a todos
los anestesistas, os gusta el silencio porque os sentís más seguros, tú fíjate
en las lucecitas y déjame trabajar a gusto y tranquilo— interviene de nuevo el
doctor.
Ahora sé que estoy en un
hospital, en un quirófano porque él es un cirujano. ¡Vaya juerga que se traen!
¿Será un programa de los de cámara oculta?
Ha dicho que esa Pilar tiene
un tumor en el lóbulo temporal y creen que soy yo… ¡Dios mío…! ¿Es a mí a quien
van a abrir el cráneo? ¿Qué le van a hacer a mi cerebro? No puede ser, yo no
tengo un tumor en mi cabeza. Mi cerebro está sano quiero decirles. La voz no se
articula en mis cuerdas vocales, la lengua no se mueve ¿Estaré muerta?
No, no puedo estar muerta,
oigo cómo corre el agua de un grifo, alguien se lava, también escucho el
repiqueteo metálico del instrumental. Si estuviera muerta no oiría nada y les
oigo.
— ¿La paciente está
estabilizada?:
—Sí, doctor.
— ¿Intubación endotraqueal?:
—
Correcta
— ¿Frecuencia cardíaca?:
—Normal con un poco de taquicardia— Cómo para no tenerla,
pienso yo.
— ¿Presión arterial?:
—Adecuada.
— Comenzamos, enfermera,
bisturí.
Casi inmediatamente noto que
me están haciendo una hendidura por encima de la oreja derecha y justo cuando percibo
el ruido de una sierra, en ese momento de pánico, de entrar en shock, siento el
inconfundible sabor de las pesadillas y temblando, con la sístole y la diástole
enloquecidas, me despierto…
…Me siento en la cama, el
corazón aún desbocado, en ese umbral entre el sueño y el despertar.
Instintivamente me llevo las manos a la cabeza, acaricio mis cabellos… ¡Uff! Sólo
ha sido un maldito sueño.
Vuelvo a tenderme, la calidez
de las sabanas me envuelve. Me relajo, está a punto de sonar el despertador. Mejor
olvidar esta pesadilla, este horrible sueño.
Me ducho, arreglo con mimo
mi pelo, este pelo que todas en la oficina envidian, hoy quiero estar más
atractiva que otros días, presiento que algo bueno va a ocurrir en el trabajo o en mi vida, algo
que puede cambiarlo todo.
Desayuno rápidamente, ya voy
justa, camino hacia el coche, arranco y de manera automática el mp3 se pone en
marcha con los primeros compases del acordeón del Club des Belugas. Sigo su
ritmo tamborileando en el volante.
La mañana es espléndida, es un cálido día, quiero impregnarme de él –pienso- mientras bajo la ventanilla del automóvil.
Febrero
2015
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