Salí de casa como todas las mañanas, el médico me
había recomendado caminar al menos una hora. Y allí, junto al castaño de indias
que está frente al portal me pareció ver una silueta que me resultó familiar,
-no es posible- me dije, -no puede ser él-, crucé la calle, torcí en dos o tres
esquinas…, cada vez más rápido.
Seguía sintiendo su aliento
en mi espalda y en mi corazón la misma pena que me embargó cuando lo dejé hacía
casi dos años…
Al fin me detuve, casi sin
resuello, delante de un escaparate y allí estaba él, a mi lado, sentado sobre
sus patas traseras, meneando su cola, contento, sumiso…, como si yo no lo hubiera
abandonado hacía ya casi dos años…
Marzo,
2014
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