sábado, 28 de febrero de 2015

EL PEQUEÑO EMPERADOR



Como todos los días Bruno bajó y subió varias veces a toda velocidad las escaleras de su casa, saltó a la comba y ya con el cuerpo dispuesto para correr salió a la calle.

Es invierno, en esa hora en que la tarde ya no es tarde y la noche aún no puede llamarse noche; una luz lechosa se extiende en el cielo apenas iluminado por una Luna creciente, el resplandor de Venus y unas briznas de violeta recuerdo del sol que hace rato desapareció tras el horizonte.

Va equipado con prendas técnicas livianas  que le protegen del frio y favorecen su transpiración, oscuras y con bandas reflectantes se ajustan como  un guante a su esbelto y elástico cuerpo que todavía conserva rasgos de adolescente. Calzado con unas zapatillas deportivas, impermeables, con suelas disipadoras de impacto para que sus pies no sufran contra el duro suelo de asfalto. Un gorro, un cuello tubular y unos guantes dri- fif, completan el atuendo. Se ajusta los auriculares y conecta el iPod nano. Todo de primeras marcas y a la última moda. Sus penúltimos caprichos…

Está a punto de cumplir 18 años, alto, de piel morena, cabello negro ligeramente ensortijado. En su hermosa faz destacan unos grandes ojos verdes que despiden reflejos dorados.

En el Instituto es la envidia de sus compañeros y objeto de deseo de sus compañeras. Es afable, simpático y conciliador, no ha intimado nunca con nadie, no tiene amigos, ni enemigos y no pasa desapercibido. Disciplinado, obediente e inteligente los profesores le consideran un buen alumno.

Su única pasión es la tecnología y como tal es un devorador de los últimos modelos que salen al mercado y usuario de las últimas aplicaciones, que con poco empeño logra que le compren sus padres.

En casa aislado en su dormitorio pasa las horas jugando en la pantalla de su potente i Mac, luchando contra enemigos en ataques inesperados,  en diferentes misiones cada vez más sensacionalistas y cruentas.

Vive en un universo paralelo al de sus padres. Su madre se quedó embarazada cuando ya había renunciado a ello. Por eso, quizá, nunca han sabido negarle nada, han sido indulgentes y permisivos. Con la adolescencia pasó de ser un niño cariñoso y alegre a ser un adolescente huraño, taciturno y agresivo que les somete a vejaciones e incluso a algún pequeño ataque cuando ellos pretenden saber algo de su vida.

Su último capricho ha sido una moto de gran cilindrada, como regalo de cumpleaños. El padre le ha dicho por primera vez “no”, el miedo a que pueda ocurrirle algo ha sido superior al dominio que Bruno ejerce sobre él.

No ha podido soportarlo. Ha metido a sus padres en la pantalla y ha jugado…

Cuando la partida acabó se embutió en su ropa deportiva y salió a correr, como todos los días, como si nada hubiera pasado.           
Enero 2015

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