Un chicarrón, aún chamaco, quitándose el chambergo le
dice a la chavala: “chulapa, ponte el chal y bailemos un chotis, que por ti he
perdido hasta la chaveta”.
La chica se quitó los zapatos y se puso las chinelas,
se achuchó contra él y entre chanzas mientras se daban cháchara, entre los chulazos saltaron
chispas.
Terminado el baile comieron chocolate con churros y
siendo ella una cabeza de chorlito y él tan solo un chupatintas, decidieron
embarcarse rumbo a Chile. Y se subieron a un paquebote un día con calma chicha,
cruzando el charco en busca de mejor dicha.
Una vez allí, se construyeron un chamizo con chatarra
para tener una chambra donde acomodarse. Chencho, que así se llamaba el chaval, encontró chamba de chamarilero porque aunque chapucero, tenía mucha facundia y se le daba bien la charla y los chascarrillos.
Chelo, cuidaba de la casa y como era muy buena
repostera vendía tartas, dulces y otras chucherías entre chisme y chisme, a sus
vecinas.
Y sin chistar pronto tuvieron churumbeles que les
hicieron muy dichosos y comieron muchos bizcochos.
Y por fin esto se ha acabado y por la chimenea se va
al tejado…
Enero 2015
¡Jajaja! ¡Genial!
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