viernes, 27 de febrero de 2015

CATECISMO



La guerra hacía meses que había estallado aunque en este pequeño pueblo castellano no se producían combates. Desde su comienzo estuvo en poder del Ejército de Liberación Nacional.
La escuela sí cambió con ella. El maestro, don Isidro, republicano con ideas comunistas, el que ponía la radio en la escuela los domingos a la hora de la misa, el que enseñaba que la Tierra era redonda y mostraba una naranja que después repartía, el que llevaba a los chicos y chicas (juntos…) al campo a recoger plantas y bichos, fue fusilado nada más comenzar la contienda.
Desde entonces nada fue igual, al pueblo llegó un matrimonio de maestros, no eran mala gente, pero no les enseñó casi nada nuevo y don Delfín, el cura del pueblo, que impartía Doctrina Cristiana, se hizo amo y señor del colegio. 
Cuando él entraba al aula todos los niños tenían que ponerse en pie y con la testuz inclinada hacia el suelo, rezar las oraciones que él guiaba.
Al sentarse, comenzaba el calvario para un grupo de alumnos. Don Delfín siempre tenía presta la vara y mordaz la lengua para humillar a los hijos de los “rojos”, con los que se ensañaba sin compasión. (IRA)
   Juanito, ¿Cuándo conviene hacer la Señal de la Cruz?
   Conviene hacer la Señal de la Cruz principalmente al levantarnos, al salir de casa, al entrar en la Iglesia, al empezar el trabajo, antes de comer y sobre todo al vernos en alguna necesidad, tentación o peligro. — Respondió Juanito, el hijo del carnicero, el que le llevaba una vez a la semana una buena porción de ternera y otras viandas que él devoraba con ganas. (GULA)
   Muy bien, muy bien, y ahora tú, Sebastián. ¿Dios lo ve todo?
   Si, don Delfín, Dios lo ve todo, lo pasado, lo presente y lo futuro y hasta los más ocultos pensamientos.
Sebastián, que tenía el padre en la cárcel porque el sacerdote le había denunciado por robo, (en realidad fue por haberse negado a confesar con él),  pensaba que Dios debía estar ciego, muy ciego, para no castigarle por ello. (SOBERBIA).
—Fernando ¿Cuál es el primer mandamiento de La Santa Madre Iglesia?
—Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.
Mariano se hundía en su silla mientras pensaba que la siguiente le tocaría a él.
   Mariano, qué estás dormido, ¿Quién santifica las fiestas?
Con los ojos centelleando, con una mezcla de miedo e impotencia, el niño contestó mecánicamente:
   Santifica las fiestas el que las emplea en dar culto a Dios, oyendo misa y se abstiene de trabajos corporales.
   Eso es, le respondió el cura, y esta noche enséñaselo a tu padre para que santifique la fiesta del Corpus Christie y todas las demás.
Mariano apretó los dientes con tanta fuerza que casi se le desprende la muela que estaba a punto de mudar.
En su cabeza aún escuchaba los gritos de su madre, con el más pequeño en brazos y otros dos agarrados a su saya, mientras le decía que los guardias se habían llevado preso al padre.
Aún le dolían las piernas de ir corriendo al cuartelillo a enterarse de lo ocurrido.
Aún sentía el golpear de la sangre en sus sienes al decirle la benemérita que le había denunciado don Delfín por  trabajar en el Corpus.
Su patrón, un hombre pudiente y cultivado al que el cura no podía ni ver (ENVIDIA), le había mandado retejar las cuadras que estaba haciendo porque amenazaba lluvia, padre había madrugado mucho para acabar antes de la procesión y ganarse un sueldo extra que necesitaba pues ya eran nueve las bocas que había en casa. Le pusieron una multa de 25 pesetas que gracias a Dios pagó su patrón.
¿Dónde está la Justicia y la Caridad que el sacerdote predica?, pensó Mariano.
— Zoilo, ¿Cuál es el quinto mandamiento de la Santa Madre Iglesia?
— El quinto, el quinto…balbuceó Zoilo, ¡Ah, sí! El quinto es Ayudar a la       Iglesia en sus necesidades.
Eso es, y como hay que ayudar a la Iglesia usted y los otros cuatro mayores, al salir de la escuela, van a mi casa a coger las cerezas del patio.
Desde que comenzaron a madurar, casi todos los días el cura les mandaba coger las cerezas que luego él vendía. (AVARICIA- PEREZA).
Los niños tenían mucha hambre e intentaban comer las que podían y al verlos el cura les hacía cantar “Con flores a María”, “Acuérdate de Jesucristo”..., hasta que un día al decirles “A cantar...” uno de los hermanos “Lastrillas” comenzó a entonar: “Si los curas y frailes supieran la paliza que se van a llevar, subirían al coro cantando libertad, libertad, libertad…”. Don Delfín, furibundo los maldijo y ellos bajaron a toda velocidad del árbol y saltaron la tapia para no recibir una pedrada del cura…
   Zoilo, ¿de qué se ríe?
   De nada don Delfín, de nada…respondió el niño.
   Ahora usted, Carlos, ¿Cuál es el noveno Mandamiento de la Ley de Dios?
   No cometerás actos impuros.
   Correcto y ¿Qué nos manda el noveno mandamiento?
   Nos manda que seamos puros y castos en pensamientos y deseos.
   Muy bien Carlitos y dile a tu hermana Luisa que después del Rosario se quede a fregar la Iglesia.
   Si don Delfín, se lo diré —murmuró el niño, solo un poco más alto que un susurro mientras pensaba: “Para que usted le haga fregar de rodillas el suelo mientras se pone detrás para verla mover el culo…” (LUJURIA).
   La clase terminó por hoy, en pie: “Padre nuestro…”
 
Así trascurrieron  las clases de Doctrina Cristiana  en esta escuela y en muchas más de este país durante 40 largos años. La pedagogía de don Delfín solo es un ejemplo, aunque como en todo, hubo algunas excepciones.

Verano, 2014
Imágenes: Google
 
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario