Apoyé
las manos en una perfecta escuadra contra la pared, separadas justo el ancho de
mis hombros.
Ajusté
los pies, de puntillas, al ancho de mis caderas.
Controlé
el resto de mi cuerpo, “brazos como un palo, piernas estiradas con las rótulas arriba,
pelvis elevada y en línea, cabeza cayendo, pesada…”
Era
el más bonito y perfecto adho muka que nunca había hecho.
Mi
maestra se aproximaba, hoy me felicita, seguro.
-Son las señales horarias de las ocho de la
mañana.
-¿Cómo…?
-Las siete en Canarias.
9 de abril, 2014
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