Nunca imaginé que podría de nuevo encontrarme con aquella
persona. Intenté esquivarlo mirando hacia otro lado pero en el instante fugaz en que nuestras miradas se cruzaron pude
ver de nuevo sus ojos acuosos, cristalinos y su espalda encorvada por la
mochila de la pena…
Yo no debería saber quién era, mil veces me lo habían
repetido, “es mejor que no sepas…, que no conozcas…”.
Pero no me resigné, no hice caso, necesitaba saber,
conocer…, por eso busqué, indagué y por fin supe su nombre; sin embargo no me
conformé con ello, tenía que saber cómo era y con quien compartía su vida y así
llegué hasta él.
Conocerme le rompió el alma y me hizo jurar que no intentaría
volver a verlo, por eso hoy, yo desvío la mirada mientras una lágrima de agradecimiento
resbala por mi cara. Nunca podré olvidar que llevo el corazón de su amada.
Marzo
2014
Ilustración:
La familia bien, gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario