Desde el páramo el atardecer se presenta apacible, el sol,
arrebolado, asemeja una enorme bola roja que tiñe de color malva los hilvanes
de nubes…
Bernabé contempla a sus pies
el pueblo en el que nació hace tantos años…En su ADN llevaba los cromosomas de
la pobreza que eran innatos en su familia, esos cromosomas que él, desde niño,
se propuso desterrar.
Cuando recuerda su niñez,
sigue sintiendo esa punzada en el estómago que produce el hambre, y sonríe al evocar
como lograba remediarlo con sus asaltos a las huertas, a los frutales y a los
vagones del tren cuando llegaban cargados de naranjas…
Se aplicó en la escuela,
consiguió una beca, hizo el bachiller, pasó por la Universidad y sobre todo
ganó dinero, mucho dinero. Su carisma hizo que sus falsos compromisos parecieran
impregnados de sinceridad, nunca tuvo la menor pesadumbre por los cadáveres
que iba dejando a su alrededor.
Fue alejándose de sus raíces
creando un mundo imaginario acorde con el puesto que se había labrado en una
sociedad en la que el dinero era su principal razón de ser.
Está sentado sobre esta tierra
caliza, muy cerca de la mina de yeso, a la que acudía de pequeño buscando
espejuelos, esos tesoros que después cambiaba a sus amigos por caramelos o
cromos, que él no podía comprar y que fue su primer negocio.
Recuerda la ilusión con la que abandonó el pueblo, ese
pueblo que ahora contempla sin decidirse a entrar en él, al que vuelve rico,
pero solo, vacío, porque únicamente tiene aquello que puede comprarse con
dinero.
Entonces, al sentir la falta
de afecto, del amor que le envolvió aquellos años en los que era niño, sintió
una punzada en el pecho, más aguda y fuerte que la que le provocó el hambre y
sin darse cuenta gritó -¡Madre…! ¿Qué comemos hoy…?
Al día siguiente, unos niños
vieron un Porsche junto a un camino, curiosos buscaron a su dueño por los alrededores
hasta que encontraron a un hombre, al que no conocían, tumbado en el suelo,
como dormido.
Mayo, 2014
Imágenes: Google
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