martes, 28 de junio de 2016

EL CLIENTE

Gerardo estaba abstraído tras la barra del mostrador de su bar. Secaba los vasos de forma automática y los colocaba de la misma manera. Aún estaba en stand by, tardaba un par de horas en espabilarse desde que se levantaba y además a esta hora pocos clientes entraban en el bar.

Instintivamente levantó la mirada, no le había oído llegar. Sentado en la misma mesa que ocupaba desde la primera vez que entró en el bar, estaba ese tipo qué le producía un leve escalofrío que recorría todo su cuerpo y una enorme desconfianza.

No sabría explicar muy bien el porqué de esa sensación. En treinta años de profesión había visto de todo pero ese desasosiego sólo se lo producía ese cliente. Aparentaba unos cuarenta años, su pelo carecía de hebras blancas y era abundante; la geta era la de un ser malencarado que sin mostrar enfado producía temor, quizá fueran los ojos, negros y fríos y su mirada impenetrable lo que causaba esa impresión que se acentuaba con las marcas que el acné o la viruela dejaron en su cara; sus manos eran de señorito, cuidadas y sin ningún rasguño; vestía con ropa vulgar como si quisiera pasar desapercibido aunque su gran estatura hacía eso imposible. Imponía.

No hablaba con nadie, ni siquiera con Gerardo, sólo contestaba a su saludo y pedía la consumición, siempre la misma: "carajillo de coñac, poco quemado" y acto seguido se ponía a mirar por la ventana. Así seguía cerca de una hora hasta que sacaba del bolsillo el importe de lo pedido y se iba sin despedirse, como había llegado, sin hacer el menor ruido, sigiloso como una serpiente.

Preguntó a algunos clientes si le conocían pero nadie sabía ni quien era, ni donde vivía o trabajaba… Nada, alrededor de él solo había misterio.

Gerardo se le acerca llevando en la bandeja el carajillo habitual, el cliente echa un vistazo al contenido, sonríe torciendo ligeramente la boca en una mueca desagradable, y manifiesta que hoy es un día especial y que se tomará "un café con torrija y helado de vainilla".

Desconcertado se lo sirve. Observa como lo toma con satisfacción sin hacer caso de los viandantes que a esa hora circulan por la calle. Pide la cuenta y hoy sí se despide con un "¡Hasta la vista!".

Poco después unos clientes le informan que ha atracado el supermercado de enfrente un hombre armado con una pistola, que todo ha sido muy rápido, no ha habido ningún herido pero se llevó todo el cambio de las cajas.

Cerca del mediodía la televisión muestra el rostro del misterioso cliente captado por las cámaras de vigilancia del banco colindante. Le llaman "El ladrón de la torrija", ya que estos robos se producen periódicamente en la Cuaresma y parece ser que es habitual que pida en un bar cercano ese dulce con el desayuno antes de cometer el atraco. Solicitan la colaboración ciudadana y…

Aún no había concluido la noticia cuando se acercan a Gerardo dos agentes, éste los mira y sin darles tiempo a preguntar dice: Si, era un cliente y ya me parecía a mí que ese tipo no era trigo limpio y sí, hoy pidió torrija.


Abril 2016


No hay comentarios:

Publicar un comentario