lunes, 20 de julio de 2015

SENTENCIAS


Mi madre es una mujer de sentencias. Cada situación, hecho o discusión es rematado con un refrán, con un dicho… Algunos creo yo que se los inventa.

Mi padre para no acabar discutiendo con ella sale de la habitación silenciosamente mientras murmura: “Mujer refranera, mujer puñetera”.

Yo aprendí a hablar con ellos, el primero que recuerdo es: “Llora, llora, que de menos lo meas”, me soltaba cuando cogía una rabieta.

Algunos los aprendí pronto y me apliqué el cuento porque parecía bruja. Si le decía una mentirijilla al regresar un poco tarde de la escuela, me interrumpía con un: “Quien siempre me miente, nunca me engaña”, así que empieza a contarme dónde estabas.

Cuando me castigaba y lloraba afirmaba: “Quien bien te quiere te hará llorar”. Yo esto no lo comprendía muy bien, me parecía que en lugar de martirizarme tenía que darme mimos, besos y algún que otro capricho.

Otros, he tardado mucho en entenderlos.

Han pasado unos cuantos años desde las primeras lágrimas por el primer amor no correspondido. “Los amores entran riendo y salen llorando y gimiendo”, me consoló ella.

Después he llorado unas cuantas veces más habréis descubierto a estas alturas que además de llorona no tengo mucha suerte con los amores y en uno de estos desengaños estaba tirada literalmente en casa sin querer salir de la cama, cuando entre mis amigas y madre me obligaron a arreglarme y salir a la verbena.

Lo hice con pocas ganas, pronto cambié de idea, allí estaba él, el del pueblo de al lado, y esta vez era él el que me buscaba con su mirada y supe que de nuevo allí estaba el amor.

Entonces y solo entonces comprendí uno de los refranes de mi madre y cuánta razón tenía cuando me decía: hija, “el amor y el polvo no se destruyen, solo se desplazan”.
 

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